Muchos dirán -Incomparables, otros confesarán no ver más allá del pretexto. Se trata de las lecturas de este tiempo Covid 19 – que no ha terminado aun -, de lo que llega, de libreros casi olvidados, de libros por donar, de lo acopiado, de amigos, online. Esta vez los títulos difieren, incluso lo que pudiera ser geografía se vuelve cercanía, como fe de esta equivalencia antojada.
Se trata de “La Puerta Roja”, una novela de Johan Moya Ramis, publicado por Atmosfera literaria, SL; España, 2019 (www.atmosferaliteraria.com ), y “El Demonio y la Señorita Prym”, de Paulo Coelho, para descargar en internet “ELEVEN”, Biblioteca del Nuevo Tiempo, Rosario, Argentina: www.promineo.gq.nu, http://librosdeluz.tripod.com.
Ambas, lecturas modernas, del mundo digital, analogía diabólica para lectores desconectados; esperanza ecologista para quienes cuidan el árbol que dio el papel, en el cual se imprime el libro.
Sin embargo, sin embargo, repito, para lectores, para observadores, ambos libros descubren el ABC de pueblos, que no Cuba y otros demonios, sino pueblos, encubiertos en sus búsquedas y procesos, definiciones per se, invitaciones al amasijo personal de palabras, en orden antaño o nuevo, en retrospectiva o para el “Ya Mismo”, de la Percepción Unitaria o la llamada Psicología del siglo XXI.
En antojada secuencia Coelho muestra la dinastía pueblerina de liderazgo: el gobernador, el cura, la posadera como también a la muchacha joven, llena de expectativas y tentada por el diablo, el que dirán de la chismosa o ese que llega nuevo a algún lugar o a algo… el forastero… y en esta insularidad dejo a su imaginación la lectura prometida de La Puerta Roja, sin falta de argumentos, más bien, por esa curiosidad de mercadeo intrigante causante de la búsqueda rápida del libro, o los libros, si esta lectura le motiva. Saque Ud., sus propias conclusiones, a mí me deja un sabor de leer más a su autor, de identificarme en la Stratocaster, el ruido y la alegría universitaria o en tiempos de incertidumbre juvenil.
Pasado y presente se consolidan en la estructura de
pueblo a partir de la tentación que trae el forastero, oro, perspectivas de
vida, desarrollo; que los pueblerinos enfocan desde sus vistas, en mirada
personalizada, perspectiva pv.
En La Puerta Roja, Ud., me dice no es un pueblo, son
entornos: universidad, intelectuales, retorno al gremio, colegio religioso. Pasado
y presente se cruzan entre expectativas, tentaciones del diablo, desde la
religión y/o en sus estudios, hasta la historia misma de mitos y leyendas, realidades,
adolescencia - juventud, significado, amor por el rock o lo satanizado en un
sistema político inmaduro.
Pero el amor por una Fender Stratocaster, sigue la
determinación de una vida, en su propia estación, necesaria, contextualizada en
un ir y venir, amén de incomprensiones, traición, sangre, demonios… De una
época a otra algunos siguen aferrados a la ¿inmadurez política?, a un ritmo
musical; en otros el crecimiento personal – social, - tentados por el diablo -
significa buscar su verdad, aunque cueste madurar decisiones personales, crecer,
atreverse, escribir.
Los demonios Ud., los reconoce en su cultura, religión o
país; a medida que pasa la lectura universaliza la atracción, la dependencia de
una solución o un camino humano, para la solución de sus conflictos, que bien
pueden ser los del lector o el escriba. Como el ABC de la vida literaria ambas
lecturas despliegan una incógnita, que no por conocida deja de intimidar. Crean
esa incertidumbre del bien y el mal en cada quien, sin importar el lugar social
o la caracterización, tan bien descrita en ambos libros, sin dudas. Recomiendo,
tómese su tiempo y lea despacio, disfrute.
Otro de los puntos en similitud, es la demoníaca
atracción del ser o no ser, la verdad conocida o la establecida por los cánones
sociales de determinados clanes, sistemas o tácitos reconocimientos de procesos
sociales.
Persecución, sueños, envidia, egoísmo, amores temporales
o de una avidez temporal desconocida… son fuerzas humanas o infrahumanas,
religiosas o establecidas por arbitrios “morales”, vaya Ud., a saber, es lo
existencial desde la cultura, grupos frecuentados, donde la “ética” o “moral”
establecida habla en nombre de los gustos musicales, la forma de vestir, el
modo de relacionarse.
“La curiosidad mató al gato”, quizás te diga Berta, la
vieja sentada en el portal de su casa, desde donde avizora quien entra o sale
al pueblo en “El Demonio y la Señorita Prym”; en tanto el catedrático busca su
beca, la conciliación en su matrimonio, regresa al pasado y asume un “portal”
distinto. Regresar a su pasado, le permite indagar en los intereses de quienes
desde allí o en el presente obstaculizan un sueño en el que trabaja, solo es
atravesar una “puerta”, “¿roja?”.
¿Por qué no Cuba? ¿Por qué no un pueblo o un grupo social
determinado? Esas son preguntas personales, que el lector va encaminando en su
lectura a medida que indaga en “La Puerta Roja”, incluso si se afilia a los
rockeros o a los religiosos, o a ninguno de los grupos en tanto converge en las
sutilezas bien engarzadas de un autor de interesante factura en la dramaturgia
de sembrar ese interés para leer de inicio a fin, con la solidez de quien
conoce la forma, conduce al lector, cual hilo de Ariadna, o deja ir toda su
inquietud sin que suene a capricho o historia oculta.
Es una historia anecdótica, personal o no, consecuente
con el género policíaco, entre otras búsquedas redondeando su forma de contar
de un modo atractivo, sin resquicios de odios, ni rencores; en “solo la
verdad”, que el lector hace suya, de un modo inconsciente, de una época y un
tiempo conocido, para muchos coetáneos, o sencillamente de voz en voz, la mejor
red social de Cuba en todos los tiempos.
Es simplista asegurar una historia, un pueblo con
gobernador, un cura, una dueña de posada, una abuela, un extraño…y una
caracterización cuando llega a ser total, humana y esa simpleza abarca a la
humanidad, lo semejante, lo lógico quizás. “El Demonio y la Señorita Prym”, es
ese pueblo “humano” que lo dice todo, porque en él conviven los entes que
caracterizan a un grupo poblacional de un mismo lugar.
¿Dónde, quién, qué?, ese pueblo se hace verdad tácita en “La
Puerta Roja” cuando enrola entornos de antes y después dentro de una misma
historia, incluso contada dentro y fuera de Cuba, por cubanos o foráneos,
implícitos o explícitamente correctos. Es personal e intransferible. Trácese su
propia Cuba, es lícito, es mito o leyenda de una geografía pequeña engrandecida
por su insularidad, gente, historia y sentimientos ajenos que la universalizan
como pueblo en el todos somos uno o el uno/a/e (permitido o no) cuando se
disuelve en ese todo, para formar una inteligencia colectiva, llamada a
pastoreo o seguimiento de una historia propia, hasta hacerla propia, dolor o
puro amor. Hasta no ser de ella.
Agradecer a una pandemia estas lecturas, sería
enmarcarlas, cuando se reconocen lecturas a destiempo, para siempre, y hasta de
cabecera, pues sería bueno releerlas cada vez, en cada tiempo cuando las dudas
o el entendimiento sean presa de cuán instintivo sea el deja vú para
cada interpretación.
Es claro que ambos autores saben una mirada completa de
realidades repetitivas a pesar de los cambios, lo humano sigue siendo humano,
sigue enriqueciéndose como objeto de análisis y lectura. Cuba merece esa mirada
existente para cada uno, el “pueblo” de Coelo se sabe típico de entornos coloniales
de iglesias, escuelas, parques… en geografía lejana o cercana de la conquista,
en una civilización acérrima agigantada por las tecnologías, demoníaca o
educativa.
Como lectora, ambas lecturas me sacaron de este tiempo
epidémico, iluminaron mi reclusión de escritora e investigadora social.